miércoles, 30 de agosto de 2017

Te irá muy bien... lo sé.

Hace 6 años de aquel día... recuerdo que estábamos en el turno de mañana y apenas habíamos tenido tiempo para desayunar. Llegaste con esa sonrisa que lo detiene todo y nos presentaron. Sabía que no serías una compañera más, lo descubrí en tus ojos.

La gente buena siempre mira de forma segura, sin resquemores ni cortinas de humo. Llevabas una coleta improvisada, unos vaqueros azules ajustados y una chaqueta blanca, zapatos de tacón bajo y un bolso a juego; ibas elegantísima. Recuerdo incluso el olor del perfume que llevabas y el color de tú pelo.

Alguien me dijo que venías del Hospital de Torrevieja y que allí todos te querían mucho... no me sorprendió, ya lo había visto en tus ojos.

Pasaron los días y descubrí que eras una de las razones por las que cada día despertaba con más energía para ir a trabajar. Veíamos los pacientes como si en nuestra puesta en escena solo importara nuestra música, nuestros pasos que nos animaban sin cesar.

No todos fueron tiempos de ensueño y alegría, tuvimos muchísimo tropiezos con algunos compañeros, noches de “malas pulgas” y algunos sollozos al viento. Tuvimos que pasar muchas pruebas juntos, superar muchos cambios, presiones, incluso tuvimos que refugiarnos en aquella puerta gris donde solo podíamos alcanzarnos en nuestros sueños.

Recuerdo que siempre te acompañaba a fumar…no íbamos lejos pero era mi momento preferido del turno, hablábamos sin parar, sin contenciones, sin tapujos ni falsas pretensiones. Recuerdo el día que te dije… arriésgate, al final la vida hay que vivirla. Aún no me he perdonado ese consejo…hubiera dado una parte de mi por retroceder el tiempo y cambiar un poco el destino.

Sé que has pasado por momentos muy duros, muchísimo más de lo que hemos aguantado otros. También sé que te has tenido que enfrentar sola a la vida con sus caras más amargas, sé que has tenido que reinventarte una y otra vez. Entiendo tus miedos y tus momentos de hastío, entiendo tu búsqueda incesante de la verdad, aquella con las imperfecciones del tiempo y la nostalgia de un te quiero borrado sin explicación ni aviso previo.

Podría decirte que te voy a recordar siempre, en cada minuto y en cada segundo, que voy a pensar en ti cuando la voz se me quiebre de tanto llorar. Podría decirte que el mundo es nuestro, que la vida nos sonríe a los dos y que apenas puedo contener las lágrimas al escribir esta despedida. Podría decirte que jamás había confiado antes en nadie como lo hago contigo. Podría decirte tantas cosas, pero prefiero quedarme con aquella frase que algún día me sacó de un sitio muy oscuro: -”a las cosas en la vida solo hay que darle infusiones de calendario”-.

Yo sé que mañana cuando comience el turno no estarás aquí…con tu sonrisa de buena mañana y tus salidas tan naturales como tan duras…Ya no estará aquí la persona más bondadosa, cariñosa y sensible que jamás he conocido… Yo te he visto llorar por tus pacientes, he visto su dolor en tus ojos… he visto tu empatía.

Yo sé que mañana no estarás conmigo en la Sala de Vitales…ni bajaremos juntos a comer. Ya no habrá charla en el árbol de las confidencias, ni la media barrita de chocolate de media mañana. Lo sé, tengo que seguir solo aunque me duela… me costará pero algún día cuando cuente esta historia sin lágrimas en los ojos podré decir…yo también conocí a Laura y hoy es mi mejor amiga.


No hay adiós...te llevo como un tattoo de esos bonitos.. en mi corazón.